
Hoy primer día de agosto, fecha sándwich entre el Consejo de
Política Fiscal y Financiera (CPFF) y la reunión del Consejo del Banco Central
Europeo, estamos en capilla. Minutos
“basura” como los del olímpico partido de fútbol España-Marruecos. La actualidad,
sin respiro canicular, dividida entre la desunión española y la especulación
comunitaria.
Cuando leo las noticias sobre la ausencia catalana y el
abandono anda luz del pasado CPFF me viene a la cabeza la crisis comunitaria de
mediados de los años sesenta del siglo pasado, conocida como la de la
“politique de la chaise vide”. En cristiano, la política de la silla vacía.
Estrategia de De Gaulle para boicotear una modificación del Tratado de Roma
dirigida a introducir tímidamente la regla de la mayoría en detrimento del voto
unánime que hasta entonces regía en el seno del Consejo. Ello conllevó una
parálisis total de las instituciones comunitarias durante un año, ante la
ausencia de Francia. La crisis finalmente se saldó con los denominados
“Acuerdos de Luxemburgo”, en cuya virtud se retornaría de facto al voto unánime
(verbigracia, al derecho de veto francés) cuando un Estado miembro invocara que
un interés nacional “vital” se hallaba en juego.
Lo de las representaciones andaluza y catalana en el CPFF
poco tiene que ver en el fondo del asunto con la estrategia De Gaulle, dado que
la decisión sobre nivel de déficit y techo de deuda compete al Gobierno en
virtud de la Ley de Estabilidad Presupuestaria. Su inasistencia o abandono no
produce efecto jurídico alguno, ni en quórum ni en mayorías.
Pero no nos engañemos, como en el caso francés, se puede
atisbar un intento de deslegitimación política del entramado institucional en
tanto que foro natural para el debate y, en su caso, encuentro de las distintas
sensibilidades estatal y autonómica. Se dirá, no sin razón, que para eso está
el Senado, cámara de representación territorial. Pero, tras los sucesivos y pertinazmente
fallidos intentos de reforma, “ni está, ni se le espera”. De la Conferencia de
Presidentes, mejor no hablar.
En una hora en la que no son los territorios, sino los
ciudadanos los que nos estamos jugando el presente y el futuro, el tacticismo
político no puede resultar más desalentador. Vuelta a la estrategia del agravio
para justificar todos los males. ¡Manca
finezza! Nadie reconoce responsabilidad alguna en el desaguisado. La culpa
es del otro o del sistema, y si no, del tiempo.
Con estos mimbres, realmente se lo estamos poniendo difícil
a aquellos que tuvieran la mínima intención de echarnos un cable. Esto no se
arregla con una reforma constitucional, ni con la revisión del Estado de las
autonomías, el federalismo asimétrico, la recentralización o la advocación
del sursuncorda. No. O aquí y ahora,
alguien o algo hace que nuestros dirigentes se envistan repentinamente de un
manto de responsabilidad, o nos vamos al garete.
España del garrotazo goyesco … No, gracias.
Esta entrada ha sido también publicada en el Blog de Emiliano en Cinco Días: http://blogs.cincodias.com/la-cana/