
Aunque el título parezca un resumen de los octavos de final de la Eurocopa, va de suyo que no lo es. España también está fuera, y, como dice el meme que circula por internet, la mera victoria de Rajoy ya repatría el talento: 22 jóvenes de vuelta a casa.
El out británico es el del lío de los ingleses. Menudo berenjenal en que han metido a los británicos tras el referéndum del jueves. Y de paso han sacudido el árbol un tanto languideciente de la construcción europea. Está por ver si la sacudida tumba el árbol con una reacción en cadena del Norte contribuyente, y del Este nacionalista, frente al Sur “subsidiado”, o si, por el contrario, constituye un revulsivo para racionalizar y legitimar el edificio comunitario. No más Europa, sino mejor y más eficiente Europa frente a los retos de la globalización.
Casi al tiempo, España ha ido de mayor a menor incertidumbre, aunque aún queda un buen trecho hasta que se despeje el panorama político, entendiendo por tal la formación de un gobierno mínimamente estable. Yo no aventuro que eso vaya a suceder en el corto plazo. Con suerte para el final del otoño. ¡Ojalá me equivoque!
Pero las desgracias de unos (los británicos) pueden resultar las oportunidades de otros (los españoles). Es verdad que se anticipa cierto efecto adverso sobre el turismo británico en España, más fruto de la depreciación de la libra que del resultado del referéndum. “La pinta index” (como el BigMac index del Economist pero a lo Magaluf) se dispara y retrae proporcionalmente al gran consumidor que hace de la ingesta incontrolada de cerveza el centro de su periodo vacacional en España. No estoy seguro de que una pérdida de ese negocio sea a medio plazo negativa para España. A corto, sin duda contribuirá a la mejora de la limpieza de calles y paseos marítimos.
Pero el gran daño que han infligido los ingleses a los británicos reside en la generación del peor enemigo de la economía y los negocios: la incertidumbre. Van a pasar meses, sino años hasta que se aclare el estatus europeo post “secesión” del Reino Unido. No solo por lo complejo y proceloso que sin duda resulta un proceso de esa índole, aun por escribir, sino también y fundamentalmente porque los “Mesías” de la liberación imperial británica no tienen ni pajolera idea de qué hacer con el muñeco roto. El histriónico Boris Johnson, líder virtual del Brexit, está más perdido que un pulpo en un garaje. No roadmap men! No hablemos ya del “gran timonel” Mr Farage.
Ante ese panorama tan incierto ¿qué inversor en su sano juicio va a comprometer una proyecto a largo plazo? Lo suyo es que se aclaren entre ellos, y “ellos” son muchos, visto el guirigay que se ha montado no ya solo territorial (Irlanda del Norte y Escocia, además de Gibraltar, frente a Inglaterra y Gales), sino también entre Londres City y el resto de Inglaterra, entre clases sociales (white versus bluecollar), entre generaciones (jóvenes frente a viejos), dentro de los partido con la desorientación del partido conservador a la búsqueda de un nuevo liderazgo y la implosión del liderazgo low cost laborista …, en fin, un carajal que ni España en su peor inspiración es capaz de provocar, y eso que nuestra “cuestión territorial” da mucho de sí.
Y ¿el mal ajeno es oportunidad para España? Pues yo quiero pensar que sí, si sabemos reaccionar rápido y con criterio, lo cual ya es mucho pedir a nuestras élites políticas y empresariales. Reconozcámosles al menos en esta hora el beneficio de la duda.
Que la City de Londres no va a dejar de ser en una tarde la capital financiera mundial, con permiso de Nueva York, va de suyo. Por mucho que se empeñe el BCE y los amigos alemanes en que los euros se imprimen en Fráncfort y la política monetaria, quantitative easingincluido, se pilota desde suelo germano, no parece que haya novedad alguna de ese lado. Reino Unido no estaba en el Euro ni antes ni (lógicamente) después del Brexit, y ello no solo no mermó su poderío como capital financiera de Europa, sino que el advenimiento del Euro reforzó el atractivo de la City.
Pero no es menos cierto que su posición queda un tanto debilitada y, sobre todo y como ya anunciábamos más arriba, abonada a la incertidumbre, y en ese río revuelto puede pescar España. Con rebañar algunas migas de lo que Londres en esta hora de tribulación se pueda dejar por el camino nos podríamos dar con un canto en los dientes.
¿Qué tiene España y, en concreto Madrid, que no tengan otras plazas aspirantes a beneficiarse del mal ajeno y prosperar en el sector financiero? Por supuesto que el Spanish way of live que debe resultar “algo” atractivo cuando sesenta y cinco millones de almas deciden pasar su tiempo de ocio, el más preciado hoy en día, en nuestro país. Y ¿por qué solo el ocio y no el negocio?
Claro que para atraer el negocio no basta el cachondeo, las tapitas, el sol, la playa, y el alcohol barato (también cierta permisividad tácita hacia los psicotrópicos y su abundante disponibilidad debe contar). No.Se necesita un “ecosistema” que abone la iniciativa, atraiga el talento y lo retribuya en consecuencia, sin hostigamientos hacia el diferente y, por qué no decirlo, admirando y reconociendo a los mejores en contra del desgraciado reflejo hispano llamado “envidia”.
Argumentos tenemos. Dos de los mayores y más saneados e internacionalizados bancos de la eurozona tienen su sede en España. Tenemos un sector financiero básicamente saneado (y nuestros dineros y disgustos nos ha costado). La apuesta por la digitalización es sincera y comprometida del lado de nuestros agentes financieros quienes están dedicando una ingente cantidad de recursos materiales y humanos a la tarea. Disponemos de muchísimo talento en el mundo financiero, formado en las mejores plazas y con experiencia y sobrada valía y reconocimiento en las entidades más punteras de la economía financiera mundial. El propio sector se enfrenta a un momento de disrupción en que las viejas certezas probablemente resulten más un lastre que un trampolín, y donde, como en todo nuevo comienzo, se igualan las oportunidades de países “incumbentes” y “aspirantes”. Seguimos siendo el puente entre Europa y América latina, y nuestros bancos son con diferencia la mayor potencia en esos mercados emergentes que más pronto que tarde volverán a resultar activos y atractivos.
Además, en la medida en que el sector es objeto de una armonización regulatoria intensa en el plano internacional, nuestros políticos difícilmente lo pueden estropear. Parecen despejarse las dudas sobre nuestro horizonte político, y se abre un periodo de “previsibilidad” aun dentro de la necesidad acuciante de actualización de nuestro modelo político y territorial.
Si somos capaces de atar ciertos consenso básicos y apostar por la apertura hacia el exterior y la atracción y repatriación de talento, con una regulación, arquitectura institucional y acción administrativa por-inversores, creo que tenemos una buena oportunidad de hacer algo grande… ¡Eso sí que sería empezar a actualizar nuestro modelo productivo!
Un artículo publicado en el blog La Caña de Cinco Días el 28 de junio de 2016